lunes, julio 13, 2009

Cuando nos tomamos un vino, nos olvidamos que detrás de muchas botellas hay historias humanas.

En el nuevo mundo ha sido muchas veces la terquedad de un emprendedor con un sueño el que ha permitido el nacimiento de un viñedo, o en algunos casos, inclusive de todo un valle vitivinícola. En Chile, en el valle de Casablanca se sembraron parras gracias a la terquedad de Pablo Morandé, y posterior a su hazaña, otros se inspiraron para desarrollar nuevos terrenos.

Pero es tal vez el que vivamos en un país que no es fundamentalmente vinicultor el que nos aleja de conocer más allá de la botella y su etiqueta a las personas que han creado los viñedos, cultivado los terrenos o ensamblado los vinos. Y así perdemos el aspecto humano detrás de ellos.

Uno de los aspectos más fascinantes del vino es su profundidad, cuando se han empezado a descubrir y a entender un poco más los sabores o aromas de una botella, estamos dando apenas el primer paso en un viaje de mil kilómetros hacia un mundo lleno de complejidades fascinantes.

Los climas y microclimas. La inclinación del terreno. El día o en la hora en que se recogen las uvas. Las características de los suelos. Las cepas o los ensamblajes. El maridaje adecuado. Las condiciones de guarda. Las formas del servicio. Y a todo ello se le pueden sumar las historias humanas de las personas quienes trabajan la tierra, desarrollan los viñedos o hacen los ensamblajes. Es un mundo fantástico el del vino. Un universo por descubrir.

Así que con la próxima copa que tenga en sus manos, pregúntese por todas las variables que han intervenido en darle el carácter al vino que se está tomando, así empezará a entender las diferencias entre cada botella que vaya probando.

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